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Publicado por: Alaide Lucero

Soñante: Agustín de Hipona

Fuente: Confesiones. San Agustín. Libro III

Fecha: aprox373- 374 d.c.

Porque ¿de dónde si no aquel sueño con que la consolaste, viniendo por ello a admitirme en su compañía y mesa, que había comenzado a negarme por su adversión y detestación a las blasfemias de mi error? En efecto, se vio de pie sobre una regla de madera y a un joven resplandeciente, alegre y risueño que venía hacia ella, toda triste y afligida. Éste, como le preguntase la causa de su tristeza y de sus lágrimas diarias, no por aprender, como ocurre ordinariamente, sino para instruirla, y ella a su vez le respondiese que era mi perdición lo que lloraba, le mandó y amonestó para su tranquilidad que atendiese y viera cómo donde ella estaba allí estaba yo también. Lo cual, como ella observase, me vio junto a ella de pie sobre la misma regla. ¿De dónde vino esto sino porque tú tenías tus oídos aplicados a su corazón, oh tú, omnipotente y bueno, que así cuidas de cada uno de nosotros, como si no tuvieras más que cuidar, y así de todos como de cada uno?

Contexto

Mientras cursa estudios de retórica, Agustín lee el Hortensius de Cicerón que lo incita a estudiar filosofía con el deseo de encontrar la sabiduría y la verdad. Buscando a Dios, dice haberse embarcado en la lectura de las Escrituras, que sin embargo hizo a un lado, desdeñándolas con soberbia, por su estilo y por el poco conocimiento que parecían revelarle. Abrazó entonces el maniqueísmo, sobre el que confiesa haberse confundido en la contemplación de los cuerpos y haberse burlado de los siervos y profetas de Dios. Su madre, que era cristiana, sufría amargamente.

Interpretación

«¿Y de dónde también le vino que, contándome mi madre esta visión y queriéndola yo persuadir de que significaba lo contrario y que no debía desesperar de que algún día sería ella también lo que yo era al presente, al punto, sin vacilación alguna, me respondió: «No me dijo: donde él está, allí estás tú, sino donde tú estás, allí está él?». 

Confieso, Señor, y muchas veces lo he dicho, que, por lo que yo me acuerdo, me movió más esta respuesta de mi atenta madre, por no haberse turbado con una explicación errónea tan verosímil y haber visto lo que se debía ver –y que yo ciertamente no había visto antes que ella me lo dijese–, que el mismo sueño con el cual anunciaste a esta piadosa mujer, con mucho tiempo de antelación, a fin de consolarla en su inquietud presente, un gozo que no había de realizarse sino mucho tiempo después. »

Comentario

Se trata de un sueño profético y de presunto origen divino. Aquí resulta muy visible el influjo que tiene la visión onírica -para decirlo con Artemidoro- en el comportamiento de una persona. El sueño no es del todo directo, pero tampoco precisamente simbólico. Las palabras que le son dichas por el joven no necesitan interpretación y es la atención que la madre pone sobre ellas la que evita la confusión en la que sí cae Agustín. La regla de madera, sin embargo, es un elemento simbólico interesante. No encontré que se le mencionara en ningún libro, pero nosotros podemos asociarla a la perfección moral que tiene la madre de San Agustín, que se relaciona directamente con su catolicismo.