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Publicado por: Cybil Herrera Gutiérrez

Soñante: Papa Inocencio III

Fuente: San Buenaventura, Leyenda Mayor (3,10), Ed. BAC.

COTEXTO:

Francisco de Asis en la humildad de Cristo, trae a la memoria la orden que se le dio desde el Crucifijo de reparar la iglesia de San Damián, y, como verdadero obediente, vuelve a Asís, dispuesto a someterse a la voz divina, al menos mendigando lo necesario para dicha restauración, a la que siguió la de otra iglesia, dedicada a San Pedro, y la de Santa María de la Porciúncula.

Se les unieron muchos compañeros. El primero fue Bernardo de Quitaval, al que siguieron Pedro Cattani, Gil, Silvestre y otros. Viendo el siervo de Cristo que poco a poco iba creciendo el número de los hermanos, escribió con palabras sencillas una pequeña forma de vida o regla, en la que puso como fundamento inquebrantable la observancia del santo Evangelio, e insertó otras pocas cosas que parecían necesarias para un modo uniforme de vida. Deseando, empero, que su escrito obtuviera la aprobación del sumo pontífice, decidió presentarse con aquel grupo de hombres sencillos ante la Sede Apostólica, confiando únicamente en la protección divina.

En Roma encontraron al obispo de Asís, Guido, quien, enterado de lo que se proponían conseguir, se alegró mucho, y empeñó su palabra de ayudarles con sus consejos y recursos. El obispo había hablado ya al cardenal Juan de San Pablo, hombre importante en la curia papal, de la vida del bienaventurado Francisco y de sus hermanos, y estas noticias habían hecho nacer en el cardenal el deseo de ver al varón de Dios y a algunos de sus hermanos. Así que, cuando se enteró de que estaban en Roma, los hizo llamar, los hospedó en su casa y, edificado de sus palabras y ejemplos, los recomendó ante el papa.

Cuando fueron introducidos a la presencia del sumo pontífice, Francisco le expuso su objetivo, pidiéndole humilde y encarecidamente le aprobara la sobredicha forma de vida. Al observar Inocencio III la admirable pureza y simplicidad de alma del varón de Dios, el decidido propósito y el encendido fervor de su santa voluntad, se sintió inclinado a acceder piadosamente a sus peticiones. Con todo, difirió dar cumplimiento a la súplica del pobrecillo de Cristo, dado que a algunos de los cardenales les parecía una cosa nueva y tan ardua, que sobrepujaba las fuerzas humanas. Intervino el cardenal Juan de San Pablo advirtiéndoles: «Si rechazamos la demanda de este pobre que no pide sino la confirmación de la forma de vida evangélica, guardémonos de inferir con ello una injuria al mismo Evangelio de Cristo». Al oír tales consideraciones, volvióse al pobre de Cristo el sucesor del apóstol Pedro y le dijo: «Ruega, hijo, a Cristo que por tu medio nos manifieste su voluntad, a fin de que, conocida más claramente, podamos acceder con mayor seguridad a tus piadosos deseos».

SUEÑO:

Se retiraron de la presencia papal Francisco y los suyos, y el Santo, entregado a la oración, llegó al conocimiento de lo que debía decirle al papa. Y en efecto, cuando se presentaron de nuevo al sumo pontífice, Francisco le narró la parábola de un rey rico que se complació en casarse con una mujer hermosa pero pobre, de la que tuvo muchos hijos, añadiendo su interpretación: «No hay por qué temer que perezcan de hambre los hijos y herederos del Rey eterno…». Escuchó con gran atención el Vicario de Cristo esta parábola y su interpretación, quedando profundamente admirado; y reconoció que, sin duda alguna, Cristo había hablado por boca de aquel hombre.

Al oír esto sin ninguna duda el papa Inocencio le manifestó una visión celestial que había tenido esos mismos días, mientras dormía asegurando que habría de cumplirse en Francisco. En efecto, refirió haber visto en sueños cómo estaba a punto de derrumbarse la basílica lateranense y que un hombre pobrecito, de pequeña estatura y de aspecto despreciable, la sostenía arrimando sus hombros a fin de que no viniese a tierra. Y exclamó: «Éste es, en verdad, el hombre que con sus obras y su doctrina sostendrá a la Iglesia de Cristo».

Por eso, lleno de singular devoción, Inocencio accedió en todo a la petición del siervo de Cristo, y desde entonces le profesó siempre un afecto especial. De modo que le otorgó todo lo que le había pedido y le prometió que le concedería todavía mucho más. Aprobó la Regla, concedió al siervo de Dios y a todos los hermanos laicos que le acompañaban la facultad de predicar la penitencia y ordenó que se les hiciera la tonsura para que libremente pudieran predicar la palabra de Dios.

COMENTARIO:

El sueño del Papa Inocencio III expresa un mensaje divino, este sueño es una visión completamente: imágenes claras y precisas que demuestran el futuro. El derrumbe de la iglesia era un presagio que sin duda tenía que ser evitado. Una característica de la Edad media es que los sueños son misterios a descubrirse. Fue una época donde los sueños eran la asimilación de las experiencias místicas, que iban acompañados del deseo de Dios mientras que se acompañaban desde Sinesio, fantasías claras de cómo interpretar el llamado. Desde Artemidoro, el presagio está presente sin la posibilidad de expresarse de otra forma.

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Título:El Sueño de inocencio III

Autor: Giotto di Bondone

Fecha: 1290-1300

Museo: Basílica de San Francisco en Asís