Etiquetas

, , ,

Publicado por: Diana López Rodríguez

Título: “El sueño o el gallo”

Soñante: Micilo

Año: 161 d.C., aproximadamente.

Fuente: Luciano de Samosata, Obras I introducción general por José Alsina Clota, traducción y notas por Andrés Espinosa Alarcón, Madrid, Biblioteca Clásica Gredos,1996.

Contexto: La narración del texto comienza cuando Micilo despierta maldiciendo a su gallo que lo despertó a la media noche de un sueño placentero, en donde se veía a sí mismo con grandes riquezas y siendo reconocido por todos. Mientras injuriaba al gallo y le advertía el castigo que le daría en la mañana, de pronto, escuchó una voz: “Pero mira no seas rico en sueños y sientas hambre al despertar”, el gallo hablaba mientras añadía: “creía hacerte un favor reduciendo la noche lo más posible, a fin de que pudieras madrugar y adelantar buena parte de tu trabajo. Así, con que tengas hecha para la salida del sol una sola sandalia, eso habrás adelantado para ganar tu pan cotidiano”. Micilo era zapatero.

El gallo entrado en su discurso fue interrumpido por Micilo que creía haberse vuelto loco al descubrir que su gallo hablaba con voz humana, era ¡un maleficio!, repetía el pobre hombre. El ave le explicó a su amo que no siempre fue un gallo, su metamorfosis había sido reciente. Micilo recobrando un poco la cordura, le pidió al ave que le contara acerca de dicha transformación. El gallo había sido antes Pitágoras, hijo de Mnesarco de Samos, además, antes de ser Pitágoras había sido Euforbo, hijo de Panto, guerrero troyano.  En el diálogo Pitágoras es mostrado como un sofista vanidoso que había dictado leyes que prohibían degustar carnes y comer habas.

Después de que el ave le contara a Micilo su historia, el gallo le preguntó por qué era tan importante para él aquel sueño interrumpido y por qué deseaba fervorosamente soñarlo de nuevo. Micilo le contó al gallo que antes de tener tan maravillosos sueño, por una extraordinaria coincidencia, había asistido a la fiesta de la hija de Éucrates, éste había invitado al zapatero para que ocupara el lugar de uno de los invitados en caso de que no asistiera, Micilo, gustoso aceptó. Sin embargo, cuando Micilo se disponía a entrar al palacio, llegó aquel invitado que se suponía estaba enfermo. Este hombre era un conocido filósofo llamado Tesmópolis, que llegó a la fiesta siendo cargado por cinco esclavos. Micilo, huraño y maldiciendo dentro de sí a dicho personaje por impedirle ser parte del festín, se disponía a marcharse cuando Éucrates le dijo que podía quedarse a la cena.

En el transcurso de la fiesta, cuenta Micilo que, como le tocó sentarse a lado de Tesmópolis, éste no paraba de contarle discursos filosóficos y aburridos arruinándole de esta forma, su estancia en la fiesta. A pesar de ello, para Micilo fue una experiencia inolvidable verse a lado de tantos hombres importantes disfrutando de deliciosos manjares. Después de tan semejante festín, estando ya en casa, Micilo tuvo un sueño:

“Imaginaba que el mismo Éucrates había quedado sin hijos —no sé cómo— y estaba muriéndose; luego me llamaba y hacía testamento, en el que yo figuraba como heredero universal; y poco después moría. Una vez en posesión de la herencia, sacaba yo en grandes recipientes el oro y la plata, que fluían en abundancia inagotable, así como lo demás, vestidos, mesas, copas y criados, todo mío, naturalmente. A continuación, paseaba en carruaje tirado por blancos corceles, arrogante, objeto de admiración y envidia de cuantos me veían, Procedíanme muchos a pie y a caballo, y una multitud me seguía. Yo llevaba su vestido y lucia en mis dedos sus gruesos anillos —en número de dieciséis—, mientras disponía una espléndida fiesta para agasajar a mis amigos. Ellos, como sucede en los sueños, ya se hallaban presente, el banquete estaba siendo servido y era el momento de beber. En ese punto me encontraba, brindando en copas de oro a la salud de cada uno de los presentes, mientras se servía el pastel del postre, cuando tu canto inoportuno vino a alterar nuestro banquete, derribó las mesas, e hizo que todas mis riquezas se desvanecieran, disipadas por el viento. ¿A caso te parece que me enfadé contigo sin razón, cuando con gusto hubiera pasado tres noches seguidas con ese sueño?”

Comentario:

Este sueño está cargado del deseo incontenible de Micilo por poseer riquezas, se ve a sí mismo rodeado de lo que había disfrutado una noche antes: los manjares, la convivencia y la opulencia de las personas más ricas de su población. Por tal razón, puede clasificarse dentro de algunas categorías que Cardano menciona en El Libro de los sueños: las que son corpóreas como los alimentos y bebidas, y las incorpóreas que se encuentran presentes en el individuo como las preocupaciones, recuerdos, pensamientos, el miedo, la esperanza, etc.

Para Cardano, los sueños son un leve movimiento del espíritu y se constituyen de recuerdos, cosas vistas o escuchadas durante la vigilia. Por ello, puede observarse, que el sueño de Micilo está compuesto de recuerdos en donde también influyeron los alimentos y bebidas que consumió durante la reunión en casa Éucrates junto con su anhelo de poseer riquezas.

Sin embargo, lo importante de este sueño es lo que sucede una vez que el gallo ha despertado a Micilo, pues el gallo, que fue Pitágoras en otra vida, le cuenta a su amo todo lo que implica tener riquezas. Le parece absurdo que Micilo, siendo un hombre modesto y por lo tanto feliz, ansíe poder y fortunas materiales. El gallo le cuenta a Micilo, que los hombres ricos que él tanto envidia, en realidad no disfrutan de su vida, son las personas más infelices debido a que todo el tiempo están preocupados por ser despojados de sus bienes materiales, temen ser robados, viven y lidian con la envidia de los demás. Por el contrario, una persona modesta, que vive de su oficio sin pedir nada a nadie ni preocuparse por ser despojado de su riqueza, vive realmente feliz.

Para demostrar esto, el gallo lleva a Micilo a visitar a cada uno de los hombres ricos de la ciudad, con la ayuda de una pluma mágica que el gallo tenía en su cola, visitan a estos hombres sin ser vistos. Micilo se da cuenta de la realidad de aquellos hombres: vivían acongojados, contaban su dinero sin cesar, no confiaban en nadie, temían que les robarán, eran hombres realmente desdichados. Por ello, después de platicar toda la noche con el gallo, Micilo olvida su ferviente deseo de poseer riquezas y decide seguir viviendo modestamente con su oficio de zapatero.

anciano gallero, erik gamarra perú

Título: «Anciano gallero» Autor: Erik Gamarra (Perú)