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Publicado por: Diana López Rodríguez

Soñante: Creso

Fuente: Heródoto, Historia Libros I-II, introducción de Francisco R. Adrados, traducción y notas de Carlos Schrader, Madrid, Editorial Gredos, 1977. [Biblioteca Clásica Gredos, 3]

Contexto: Creso, último rey de Lidia (560-546 a. C.), heredó el reino de su padre Aliates a la edad de 35 años. Logró someter a casi todos los pueblos que estaban a lado del río Halis, excepto a los cilicios y licios; al tiempo que esto sucedía, fueron llegando a Lidia diferentes sabios de Grecia, entre ellos Solón. Solón era un ateniense que se había ausentado por diez años de su patria con el pretexto de conocer el mundo (realmente se había ausentado para no tener que derogar las leyes que había dictado en su patria); fue hospedado en el palacio de Creso. A unos días de su llegada, Solón fue conducido, por órdenes de Creso, a las cámaras del tesoro haciéndole ver lo magnifico que era todo el palacio.

Después de aquél recorrido de opulencia, cuando Creso tuvo la oportunidad le preguntó a Solón: «Amigo ateniense, hasta nosotros ha llegado sobre tu persona una gran fama en razón de tu sabiduría y de tu espíritu viajero, ya que por anhelo de conocimientos y de ver mundo has visitado muchos países; por ello me ha asaltado ahora el deseo de preguntarte si ya has visto al hombre más dichoso del mundo». Creso le preguntó esto a Solón con la creencia de que éste respondería que el rey era el más dichoso de todos los hombres, pero no fue así. Solón mencionó con mucha indiferencia los que él creía que eran los más dichosos: Telo de Atenas, que tuvo una vida y una muerte gloriosa por haber muerto por su patria. Y, en segundo lugar, Cléobis y Bitón, que habían sido consagrados, por petición de su madre a Hera, quedando a disposición del santuario de la diosa como estatuas. Creso indignado le preguntó a Solón por qué no lo había mencionado a él como uno de los hombres más dichosos del mundo, a lo que Solón le respondió que la vida de los hombres era contingente y que por lo tanto no podía asegurar la felicidad de la existencia de una persona.

Además le replicó a Creso, diciéndole que las riquezas no eran sinónimo de felicidad, pues un hombre modesto podría igualmente satisfacer sus deseos con lo poco que poseía, logrando la felicidad más que un hombre con riquezas. Creso no estuvo de acuerdo con Solón, por lo que lo despidió de su palacio. Sin embargo, a los pocos días de la partida del ateniense, acaeció la venganza de la divinidad sobre Creso por haberse creído el más dichoso de los hombres:

“Mientras dormía, le sobrevino de improviso un sueño que le revelaba, con arreglo a la verdad, las desgracias que se iban a cernir en la persona de su hijo. Creso tenía dos hijos; uno de ellos tenía un defecto, pues era sordomudo, en cambio el otro era, en todos los órdenes, el más sobresaliente entre los jóvenes de su edad; su nombre era Atis. Pues bien, el sueño indicó a Creso que perdería al tal Atis a consecuencia de una herida producida con un apunta de hierro. Cuando se despertó, se puso a reflexionar y, por temor al sueño, tomo esposa para su hijo; y, aunque éste solía acaudillar las tropas lidias, en lo sucesivo ya no lo envío con ese cargo; asimismo, hizo sacar de los aposentos de los hombres las jabalinas, los dardos y todas las armas de este tipo que los hombres emplean en la guerra y mandó amontonarlas en los arsenales para evitar que alguna que estuviera colgada en la pared cayera sobre su hijo”.

Interpretación del sueño: Atis, al ser privado de todo tipo de riesgo, que antes solía enfrentar por petición de su padre y de su propia valentía, le pide a Creso que le explique por qué había estado sobreprotegiéndolo tanto. Previamente a este diálogo entre padre e hijo, había llegado al palacio un grupo de hombres pidiéndole al rey que mandara una expedición, junto con su hijo Atis, a cazar a un jabalí que había arrasado con todos los campos de la población. Cuando Atis escuchó esta petición de los pobladores, le pidió a su padre que le permita asistir, por tal razón, Creso le cuenta a su hijo el sueño que tuvo. Atis le dice a su padre que había interpretado de manera incorrecta el sueño, por lo que le explica el verdadero significado:

«Dices que el sueño te indicó que yo había de morir traspasado por una punta de hierro. Ahora bien, ¿tiene manos un jabalí?, ¿tiene la punta de hierro que tú temes? Si, en realidad, el sueño te hubiera manifestado que yo había de morir a consecuencia de una dentellada o de cualquier otra cosa que se le parezca, entonces sí tendrías razones para hacer lo que haces; pero el caso es que se refirió a una punta, por consiguiente, como no tenemos que luchar contra hombres, déjame acompañarlos».

Creso queda convencido del argumento de su hijo y lo deja asistir a la expedición en contra del jabalí. Sin embargo, para asegurarse del bienestar de su hijo, manda a llamar a Adrasto, (hijo de Gordias y nieto de Midas. Había sido acogido y purificado por Creso después de haber cometido un crimen en su nación), para que acompañara a Atis y lo protegiera en caso de peligro. Adrasto advierte a Creso, que no es prudente enviar a un hombre desafortunado como él con los hombres que gozan de bienaventuranza, puesto que podría interferir en la suerte de todos, pero Creso insistió, por lo que Adrasto acepta ir a la expedición.

Cuando la expedición liderada por Atis, luchaba contra el jabalí, Adrasto lanzó su venablo que, errando su tiro, alcanzó a Atis atravesándole la punta del arma, cumpliendo de esta forma, la predicción del sueño.

Comentario: El sueño es profético debido a que se cumplen los mandatos divinos. Cuando Creso, creyéndose el más dichoso de los hombres, echó a Solón por no compartir su punto de vista, los dioses lo castigan diciéndole en un sueño que el más apreciado de sus hijos moriría. El sueño no sólo advertía que moriría Atis, sino que específica cómo habría de morir, por tal razón el sueño es directo (dentro de la clasificación que Artemidoro hace de los sueños o visiones oníricas). Lo que es visto en el sueño corresponde con lo acontecido.

Solón ante Creso. Gerard van Honthorst. 1624.

Título: «Solón y Creso» Autor: Gerard van Honthorst. Año: 1624