Publicado por Jorge Paz Pérez

Soñante: John W. Dunnes

Fuente: Le temps et le rêve, págs. 44-46. O de Becker, Raymond, Las maquinaciones de la noche – Los sueños en la historia y la historia de los sueños, [trad. de J. C. Sorrentino], Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1966, págs. 341- 343

Fecha: 1902

Contexto y sueño: Era en la primavera de 1902. Integrante del 6º regimiento de infantería montada, acampaba cerca de las ruinas de Lindley, en lo que por aquel entonces era el “Estado Libre de Orange”. Acabábamos de hacer Teekking, y tanto el correo como los diarios llegaban rara vez.

         Estando allí, una noche tuve un sueño bastante penoso y de extraordinaria intensidad. Me hallaba sobre una altura, cerca de la cresta de una colina o de una montaña. El suelo era de una blancura extraordinaria. En varios sitios había pequeñas fisuras de donde veía salir chorros de vapor. Reconocí el lugar: era una isla con la que ya había soñado, una isla expuesta a un peligro inmenso por un volcán. Ante estos chorros de vapor que surgían del suelo, exclamé espantado: “¡Pero es mi isla! ¡Va a estallar, Dios mío!” Recordaba la historia del monte Krakatoa en que el mar, penetrando por una grieta submarina hasta el corazón del volcán, se transformó después en vapor e hizo volar toda la montaña en mil pedazos. De inmediato se apodera de mí el deseo de salvar los 4 000 habitantes (¡conocía el número!) que nada sospechaban. Había una sola manera de lograrlo: evacuarlos por mar. Y fue una espantosa pesadilla, durante la cual me veía en una isla vecina, esforzándome por hacer requisar a las incrédulas autoridades francesas todas las embarcaciones llegadas a fin de recoger a los habitantes de la amenazada isla. Yendo de uno a otro funcionario, tanto anduve que terminé por despertar en el momento en que me veía encaramado al coche del alcalde que, como iba a cenar afuera, me suplicaba que pasase al día siguiente en horas de oficina. En este sueño la cifra de la población amenazada se me presentó con constante obsesión. La repetía continuamente y se la gritaba al alcalde en el momento de despertar: “¡Cuatro mil seres morirán si usted no me escucha!”

Interpretación (¿?): No puedo decir cuándo llegó la primera remesa de diarios. De todos modos, uno de ellos fue el Daily Telegraph, y cuando lo abrí, leí lo siguiente:

Un gran desastre en Martinica.

San Pedro tragada por una erupción volcánica.

Una avalancha de fuego causa más de 40 000 víctimas.

Un buque inglés es presa de las llamas.

San Pedro, capital comercial de la isla francesa de Martinica (Indias Occidentales), ciudad reputada de prosperidad, acababa de desaparecer en uno de los mayores desastres de la historia del mundo; el jueves por la mañana, a las 8 hs. el Monte Pelé, volcán dormido desde hace un siglo, etc.

         Es inútil recordar aquí todos los detalles de aquel cataclismo. En otra columna, vi el titulo siguiente, en caracteres menos desmesurados:

Una montaña explota

 Y el relato del comandante de la goleta Ocean Traveller que, obligado a abandonar San Vicente por la lluvia de arena que brotaba del volcán, había tenido que luchar contra corrientes encontradas con las que se enfrentó a la altura de San Pedro, corrientes que le impidieron alcanzar la isla Santa Lucía. En el artículo encontré esta frase:

“El monte Pelé explotó mientras navegábamos a una milla aproximadamente de la costa.”

El narrador recordaba luego el espectáculo de esa montaña, mientras se quebraba, por así decirlo, de la base a la cima. Se sobreentiende que la evacuación de los sobrevivientes a las islas vecinas duró cierto tiempo. Se impone una observación.

El número de víctimas se calculaba, de acuerdo con los comunicados, no en 4 000 como lo sostuve en mi sueño, sino en 40 000. Me había “corrido” en un cero. Pero al leer apresuradamente el diario, había visto 4 000, y cada vez que relate esta historia siempre recordé 4 000. Sólo quince años después al volver a copiar el artículo del diario, me di cuenta de que decía 40 000.

Comentario: Aparte de que fue ingeniero aeronáutico, dejó un legado filosófico, y más en el campo de los sueños. Siempre creyó haber tenido sueños premonitorios, como en este caso, llevándolo a indagar más e investigar científicamente. Llegó a la conclusión de que el tiempo no es lineal y que el pasado, presente y futuro son simultáneos y los vemos secuencialmente por nuestra percepción. Mientras soñamos, la mente no percibe al tiempo como algo lineal, y por eso es capaz de percibir actos o acontecimientos del “pasado” o del “futuro” con facilidad y representarlos en los sueños.  Grandes figuras se sintieron atraídas por estas ideas, como Aldous Huxley o J. B. Priestley. La mayor parte de su obra está en inglés. Sólo un par en castellano.

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