Publicado por Jorge Paz Pérez

Soñante: Maurice Maeterlinck

Fuente: “El cultivo de los sueños”, en La Vie et l’Espace, París, 1928, págs. 166-170. O de Becker, Raymond, Las maquinaciones de la noche – Los sueños en la historia y la historia de los sueños, [trad. de J. C. Sorrentino], Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1966, págs. 343-344.

Fecha: 1928

Sueños:

1. Soñé con una botella de agua oxigenada que estaba sobre una mesita de tres patas, en un rincón del cuarto del baño. Una de las patas se apoyaba sobre una alfombra de color beige, las otras dos sobre el mosaico provenzal. Al pasar, con un falso movimiento de rodilla enganché la mesita, la botella se volcó, corrió y cayó sobre el mosaico donde se rompió. El agua oxigenada se expandió sobre la alfombra y comenzó a humear como si se hubiera prendido de fuego. Inmovilizado, asustado, miraba cómo se destruía mi alfombra sin intentar nada para salvarla. Al despertar anoté el sueño con tres palabras, sin darle la menor importancia, comprobando por otra parte que no había ninguna botella encima de la mesita y que una de sus patas se apoyaba sobre una alfombra que no era beige sino rojo vino.

         Tres días después, había olvidado completamente mi sueño; compré un medio litro de ácido sulfúrico que necesitaba para los acumuladores y lo puse sobre la mesita la cual, algunas horas después, hice tambalear al pasar. El medio litro rodó, cayó y la botella se rompió. La alfombra estaba un tanto húmeda y se puso a humear profusamente, y fue en este instante cuando recordé bruscamente el sueño producido tres días antes. Pueden observarse dos errores de detalles: el tapiz beige era el del dormitorio contiguo y que por transposición reemplaza la alfombra roja, y el medio litro de ácido sulfúrico sustituido por el agua oxigenada. Este último error es bastante curioso, ya que el agua oxigenada extendida sobre la alfombra no hubiese provocado humo ni vapor. Es la realidad química que, en el sueño, predomina sobre la ilusión del sueño.

 2. Otra noche soñé que una parte de la pared de mi jardín de Niza se desploma, y que sus escombros obstruyen la cancha de un juego de bochas que se encuentra a mis pies. Cinco días más tarde un torbellino local, de los que suelen presentarse en la región, derriba otra parte de la pared, perpendicular a la que había caído en mi sueño y los escombros obstruyen el camino que conduce a la reja. Reconozco que en esto puede haber sólo una coincidencia y que el hecho no prueba gran cosa.

 3. Finalmente, una última noche, soñé que estando en Bélgica y pensando llegar a Gantes por un atajo, llegó a una ciudad desconocida. Un hombre joven que está en la puerta de una iglesia me dice gentilmente que estoy en Brujas. Quiero entrar en la iglesia, pero, no sé por qué, me prohíbe severamente que entre. Conversamos y me informa de que es hijo de uno de mis amigos de infancia. Desde hace veinte años he visto pocas veces a este amigo y jamás había visto a su hijo. Luego sale de la iglesia una especie de ómnibus al que sube el joven. El ómnibus arranca locamente, gira con brusquedad en ángulo recto y vuelca. La mayoría de los viajeros están heridos y entre ellos veo al hijo de mi amigo. Y todo se evapora en circunstancias incoherentes y heteróclitas.

         Aproximadamente un mes más tarde encuentro a mi amigo. Después de algunas palabras, me dice que su hijo, a quien conocí siendo muy pequeño, fue víctima, unas tres semanas atrás, de un accidente de auto; el coche que conducía volcó en un viaje. Además de una herida en la cabeza y de grandes contusiones, se rompió el radio y el cúbito del brazo derecho. No está aun completamente restablecido, pero mejorará sin que le queden rastros. En el momento no relaciono de manera alguna el accidente con el sueño que había olvidado completamente. Al regresar a casa una veleidad de recuerdos pasa por mi mente. Abro mi libreta de notas y, tras escribir a mi amigo, me entero de que el accidente se había producido dos días después de mi sueño.

Comentario: Apuesto a que Maurice no ha sido el único que ha lidiado con esta clase de sueños. Por lo menos a mí, muy pocas veces los sueños dejan de ser sueños para volverse una realidad. Y pasa lo mismo. Soñamos, se nos olvida el sueño y días después, te encuentras ante tal situación que te hace reflexionar dónde hemos “visto” o “vivido” esto, hasta que la memoria te lleva a recordar el sueño olvidado.

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