Publicado por Karina Alejandra Aguado García
Soñante: Eugenio d’Ors
Fuente: Eugenio d’Ors, Jardín botánico 2: «El sueño es vida», Tusquets editores: Barcelona, 1922
Sueño:
Me encontraba en casa, pero no tal como es, sino muy distinta. He roto, con sólo acercarme a él, un espejo muy grande. Mamá dice que pongo poco cuidado en las cosas, y debe tener razón.
Una de mis compañeras de estudios, no sé cual, me ha dicho:
-Usted no tiene la culpa. ¡Si este espejo se raja con sólo acercarse a él!
También me he manchado todas las faldas de aceite.
-¿Dónde?
Hemos registrado las faldas por todas partes, y no había ninguna mancha.
-¡No puede ser! Aunque no se vean las mancas, está ahí.
-No hay ninguna mancha, ¿no lo ve usted?
-Pues ha de haberla.
-¡Caramba, qué pesada es usted!
Entonces ha llegado mamá y me ha dicho que así que volvieran mis hermanas iríamos ella y yo a misa. Yo me he colocado ante el espejo, para que mamá no lo viera; y cuando se ha marchado, el espejo ya estaba otra vez entero. Yo le he dicho entonces a mi compañera:
-¿Ve usted qué suerte tengo? Las manchas no se conocen, y en cuanto al espejo, se ha soldado. A mí siempre me pasan cosas así.
-¿Tenía usted miedo de que la regañara su mamá?
No he querido contestarle y he añadido muchas veces:
-«A mí siempre todo me sale bien»…
Hoy quería ir a oír misa a la Catedral; pero no podré porque mis hermanas no vuelven. En la Catedral se huele mucho a magnolias y es muy alegre por la mañana; pero no podré ir. Mamá ya me ha dicho dos veces que desayune; yo quería ir a comulgar, pero es ya tarde: son las once y media. Si no desayuno, no me encontraré bien. Tengo que escribir y traducir del inglés, y no tendría tiempo.
Luego he soñado mucho más; pero no recuerdo otra cosa que imágenes confusas.