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Publicado por Javier Santamaría.
Título: Sueño de Agamenón.
Soñante: Agamenón.
Fuente: Homero, Canto II, versos 5-60 en Ilíada. (Trad.) Antonio López Eire, Madrid, Ediciones Cátedra, 1989.
Fecha: La Ilíada narra los acontecimientos ocurridos durante 51 días en el décimo y último año de la guerra de Troya (S. XIII o XII a.C)
Canto II.
Los demás, de seguida justamente,
los dioses, y los hombres
que combaten en carros de caballos,
daban a dormir toda la noche,
pero Zeus, en cambio, el dulce sueño
prenderle no lograba; al contrario,
él andaba en su mente dando vueltas
a cómo honrar a Aquiles
y a hacer perecer muchos aqueos
al lado de sus naves.
Y éste el mejor consejo
en su ánimo a él le parecía:
enviar funesto ensueño sobre el hijo
de Atreo, Agamenón.
Parecido a él, con voz bien clara,
hablábale así el divino Ensueño:
«¿Duermes, hijo de Atreo el valeroso
domador de caballos?
No es debido que duerma
la noche entera varón consejero
al que huestes están encomendadas
y embargan preocupaciones tantas.
Pero entiéndeme ahora prestamente,
pues de Zeus para ti soy mensajero,
que de ti, aunque esté lejos,
grandemente se cuida y compadece.
Él ordenó que armaras
con toda rapidez a los aqueos
de larga cabellera en sus cabezas;
pues tú ahora conquistar podrías
la ciudad de anchas calles
de los troyanos, porque ya no albergan
pareceres contrarios uno al otro
los dioses inmortales
que en el Olimpo tienen sus moradas,
pues Hera con sus ruegos
a todos doblegó
y cuitas penden sobre los troyanos
de la mano de Zeus suspendidas.
Mas tú en tus mientes tenlo bien cogido,
y que en ti el olvido no haga presa
cuando te haya soltado,
el sueño que a miel sabe.»
Así precisamente habiendo hablado
en voz alta, marchóse y a él dejóle
allí mismo en su ánimo pensando
justo aquello que no se cumpliría.
Despertóse del sueño y a ambos lados
de él se derramó una voz divina.
Y una vez erguido, se sentaba
y una túnica blanca se ponía
hermosa y no estrenada,
y de sí en torno echábase un gran manto,
y se ató las hermosas sandalias
por debajo de sus lustrosos pies.
Y de un lado y de otro de los hombros
la espada se terció de argentos clavos.
Y el bastón ancestral tomó en su mano,
siempre imperecedero,
y bajóse con él hasta las naves
de los aqueos de cotas de bronce.
(Agamenón:) «Oídme, amigos, el divino Ensueño
llegó a mi entre sueños
a lo largo de la divina noche,
y al divino Néstor sobre todo,
por su aspecto, su talla y su tamaño,
se parecía extremadamente.
Y luego por encima se posó
de mi cabeza y dijo estas palabras:
¿Duermes, hijo de Atreo el valeroso
domador de caballos?
No es debido que duerma…»
Comentario: El sueño de Agamenón parece ser un sueño profético pues Ensueño es enviado por Zeus a llevar un aviso a Agamenón, pero podemos ver que no necesariamente por ser un sueño mandado por una divinidad tendrá que ser profético o verdadero, lo cual es curioso en el mundo griego plagado de divinidades. En este sueño vemos que la «predicción» es un engaño enviado por Zeus para favorecer a Aquiles. De cualquier forma, los aqueos, comandados por Agamenón, deciden entrar en Troya pero no por influencia del mensaje del sueño, sino por cuestiones de honor.
Desde la perspectiva aristotélica ya se tenía la certeza de que en el ensueño aparecían imágenes y aquí lo podemos ver claramente, pues Ensueño toma la forma de Néstor para llevar las palabras de Zeus. Por otro lado, también nos puede funcionar la teoría aristotélica acerca del sueño para seguir con un breve análisis, ya que, como ya lo hemos visto, el sueño es un engaño por parte de la divinidad; Aristóteles nos diría que es absurdo que los dioses envíen señales adivinatorias a los hombres.