Sueño de platos voladores

Publicado por Jorge Paz Pérez

Soñante: Un amigo extraño de Jung, aficionado a la astrología, interesado por los problemas de sincronicidad.

Fuente: de Becker, Raymond, Las maquinaciones de la noche – Los sueños en la historia y la historia de los sueños, [trad. de J. C. Sorrentino], Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1966, págs. 347-348.

Fecha: 27 de mayo de 1957

Sueño: Había avanzado la tarde y era temprano para ser noche. El sol caía en el horizonte. Estaba cubierto de un delgado velo de nubes que no le permitían aparecer como un disco claro de nítidos contornos. Era color blanco. De pronto este blanco se transformó en la palidez habitual que se extendió espantosamente sobre todo el horizonte occidental. La palidez, y quiero subrayar esta palabra, de la luz del día se transformó en un vacío espantoso. Entonces apareció en el oeste un segundo sol que tenía la misma elevación del primero, pero estaba ubicado un poco más hacia el norte. Mientras observábamos el cielo con profunda atención –había muchas personas presentes, dispersas en un amplio espacio, que contemplaban el cielo como yo–, el segundo sol se transformó, contrastando con el disco que apareció al principio, en una bola clara y nítida. Al mismo tiempo que se ocultaba el sol y comenzaba la noche, la bola se aproximó muy rápidamente a la tierra.

         Con el caer de la noche, el ambiente del sueño se transformó. Mientras que las palabras “palidez y vacío” describen exactamente la impresión de disminución de vida, de fuerza o potencial del sol, el cielo tomaba ahora un carácter de poderío y majestuosidad que inspiraba menos temor que profundo respeto. No pretendo haber visto estrellas, pero el cielo nocturno daba la impresión de un tenue velo de nubes que dejaban aparecer, de tanto en tanto, alguna estrella. Ciertamente, este aspecto nocturno tenía un carácter de majestuosidad, de poderío y de belleza.

         Mientras la bola se acercaba a gran velocidad hacia la tierra, pensé primeramente que era Júpiter que se había alejado de su trayectoria; pero cuando la bola estuvo más cerca, vi que, a pesar de su gran tamaño, era demasiado pequeña para ser un planeta como Júpiter. Gracias a su proximidad, fue posible distinguir algunos dibujos en su superficie, líneas de meridianos o algo similar. Dentro de su tipo, los dibujos eran decorativos y simbólicos, más que geográficos o geométricos. Insisto en la belleza de esta bola de un gris pálido o de un blanco opaco que se destacaba en el fondo de un cielo nocturno. Cuando nos dimos cuenta de que era ineludible un terrible choque con la tierra, naturalmente tuvimos miedo. Pero era un temor en el que predominaba el respeto. Se trataba de un acontecimiento cósmico que despertaría gran extrañeza admirativa y respetuosa. Mientras permanecíamos sumidos en este espectáculo, aparecieron una segunda, una tercera y muchas bolas, las que se aproximaron a gran velocidad. Cada una de ellas se estrelló contra la tierra con gran estrepito, como una bomba, pero aparentemente a tal distancia que no podía determinar la naturaleza de la explosión o de la detonación, o de lo que fuera. En todo caso, con una de ellas tuve la impresión de ver un relámpago. Estas bolas caían en intervalos a nuestro alrededor, pero siempre a tal distancia que su efecto devastador no podía calcularse. Aparentemente corríamos un cierto peligro, como si estuviéramos bajo una lluvia de granadas u otra cosa del mismo tipo.

         Luego tuve que entrar en mi casa. Me vi conversando con una joven sentada en un sillón de mimbre; delante de ella había una libreta de anotaciones abierta. Estaba absorbida en su trabajo. Todos íbamos en la misma dirección, me parece que era hacia el sudoeste, quizá para buscar una región más segura; le pregunté a la joven si no era preferible que viniese con nosotros. El peligro parecía inminente y de ninguna manera podíamos dejar a la joven sola en la retaguardia. Pero respondió firmemente que no, que se quedaría para proseguir su trabajo. En verdad hay que decir que el peligro era el mismo por todas partes y que no había un lugar más seguro que otro. Comprendí de inmediato que la razón y la inteligencia práctica estaban de parte de esta joven.

         Al terminar el sueño, encontré a otra joven, o quizá fuese la misma que había encontrado antes, competente y segura de sí, sentada en su sillón y sumida en su trabajo; sin embargo, la segunda vez era más grande y bella, y pude ver su rostro. Por otra parte me habló directamente y con toda claridad. Con tono muy terminante me dijo, nombrándome por mi nombre y apellido: “Usted vivirá hasta once-ocho” (agregado mi nombre y apellido son ocho palabras) con precisión y claridad sin igual, es decir, con un tono tan autoritario que hacía pensar que yo debía tener la culpa por no haber creído “vivir hasta once-ocho”.

Como la Lozana soñó que su criado caía en el río, y otro día lo llevaron en prisión

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Publicado por: Diana López Rodríguez

Soñante: La Lozana Andaluza

Fuente: Francisco Delicado, La Lozana Andaluza, edición y notas de Bruno M. Damiani. Madrid, Biblioteca Clásica Castalia, 2001.

Contexto: La Lozana andaluza le advierte a su criado Rampín, quien saldrá a comprar un encargo, que tenga cuidado porque ha soñado que él cae al río. Además, Rampín, después de escuchar la advertencia de la Lozana, le cuenta a ésta que también tuvo un pequeño sueño: «Yo soñaba que venía uno, y que me daba de zapatazos, y yo determinaba de matallo, y desperté». Razón por la cual, La Lozana le dice «Mirá, por eso sólo meteré vuestra espada do no la halléis, que no quiero que me amancilléis», con la finalidad de alejar a Rampín de la premonición de cualquiera de los dos sueños.

Sueño: 

Agora me libre Dios del diablo con este soñar que yo tengo, y si supiese con qué quitármelo, me lo quitaría. Querría saber cualque encantamiento para que no me viniesen estos sobresaltos, que querría haber dado cuanto tengo por no haber soñado lo que soñé esta noche. El remedio sería que no durmiese descubierta ni sobre el lado izquierdo, y dicen que cuando está el estómago vacío, que entonces el hombre sueña, y si ansí es, lo que yo soñé no será verdad. Mas munchas veces he yo soñado, y siempre me ha salido verdad, y por eso estó en sospecha que no sea como la otra vez que soñé que se me caían los dientes y moví* otro día. Y vos, cuando os metistes debajo de mí, que soñábades que vuestros enemigos os querían matar, ¿no vistes lo que me vino a mí aquel día? Que me querían saltear los porquerones de Torre Sabela, cuando lo del tributo, que la señora Apuleya, por reír ella y verme bravear, lo hizo. Esto soñé, no querría que fuese verdad. Mirá no vais en todo hoy al río, no se me ensuelva el sueño.

*Moví: figuradamente, aborté.

Comentario: La Lozana andaluza está muy preocupada porque soñó que su criado Rampín caía a un río, debido a que sus sueños siempre se cumplen o tienen una repercusión en la vida diurna, ella cree que los sueños son presagios. Como puede observarse en el relato, los sueños realmente le avisan que algo sucederá; por ejemplo, un día después de que ella soñó que se le caían los dientes, abortó. En La interpretación de los sueños de Artemidoro, soñar que se caen los dientes significa la pérdida de personas y, dentro de este contexto, significa perder o exponer a los hijos. Debido a las experiencias que La Lozana ha tenido, hace lo posible para advertir a Rampín y ambos toman precauciones para evitar un desenlace fatal. Sin embargo, poco tiempo después ella se entera que han encarcelado a su criado a causa de una discusión que éste tuvo con un borracho que le acusó de haberse robado unas berenjenas, razón por la cual es encarcelado. La Lozana Andaluza angustiada, confirma la veracidad de los sueños «¡Ay! ¿qué me decís? ¡Que no se me había de ensolver mi sueño!».

Por tal razón, este sueño es premonitorio. Así como La Andaluza soñó que Rampín caía al mar, éste también soñó que alguien lo amenazaba: los dos sueños eran un presagio de mal augurio para Rampín.

Grabado de la primera edición de La Lozana Andaluza

Grabado de la primera edición de La Lozana Andaluza

Sueños recíprocos en los Estados Unidos

Soñante: Dr. Gleason (de Elmira) y Johan R. Joslyn

Fuente: W. A. Salter, Ghost and Apparitions, Londres, 1938, pág. 20. O de Becker, Raymond, Las maquinaciones de la noche – Los sueños en la historia y la historia de los sueños, [trad. de J. C. Sorrentino], Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1966, págs. 346.

Fecha: 26 de enero de 1892

Sueño: En la noche del martes 26 de enero de 1892 –escribe el Dr. Gleason, de Elmira, N. Y. – soñé que entre las dos o las tres, me hallaba en un lugar abandonado, en medio de bosques muy sombríos. Me invadió un gran temor al pensar que podía llegar un hombre que yo conocía bien, que sacudiría un árbol a mi lado cuyas hojas al caer se incendiarían.

         El sueño había sido tan importante que cuando encontré a dicho hombre, cuatro días después, le dije: “Tuve, el martes pasado, un sueño muy extraño.” De inmediato me contestó: “No me lo cuente. Déjeme que se lo describa, sé que soñé lo mismo.”

         Tras esto, sin ninguna sugerencia de mi parte, me contó el sueño que había tenido en el mismo momento que yo, y lo presentó idéntico al mío.

         El Dr. Gleason había controlado el exacto momento de su sueño en cuanto se había despertado. –“Noche de sueño. J. R. P.” Eran las iniciales de su amigo Johan R. Joslyn, abogado, cuyo informe escrito aproximadamente en el mismo momento, era el que sigue:

“Martes 26 de enero, soñé que caminaba de noche por un lugar perdido al que suelo ir para cazar. De pronto, a unos diez metros de la ruta, entre las malezas, una de mis amigas, aparentemente paralizada por el temor de algo que yo no veía, estaba inmovilizada por la sensación de un peligro cercano. Llegué junto a ella y sacudí el matorral; cuando las hojas cayeron se incendiaron.

         “Días después encontré a esta amiga que me dijo que me había visto en sueños el martes. Le respondí: “’Permítame que primeramente le cuente el mío’. Y sin que ella me dijese nada, le relaté el doble de su sueño.

         “Me desperté poco después y oí el paso de un tren nocturno cuyo horario conocía. Así es que estoy seguro de que nuestros dos sueños se produjeron a la misma hora en la misma noche de Elmira, a las tres de la mañana.”

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Drs. Rachel y Silas Gleason, 1890.

Sueño de John W. Dunnes referente al desastre de Martinica

Publicado por Jorge Paz Pérez

Soñante: John W. Dunnes

Fuente: Le temps et le rêve, págs. 44-46. O de Becker, Raymond, Las maquinaciones de la noche – Los sueños en la historia y la historia de los sueños, [trad. de J. C. Sorrentino], Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1966, págs. 341- 343

Fecha: 1902

Contexto y sueño: Era en la primavera de 1902. Integrante del 6º regimiento de infantería montada, acampaba cerca de las ruinas de Lindley, en lo que por aquel entonces era el “Estado Libre de Orange”. Acabábamos de hacer Teekking, y tanto el correo como los diarios llegaban rara vez.

         Estando allí, una noche tuve un sueño bastante penoso y de extraordinaria intensidad. Me hallaba sobre una altura, cerca de la cresta de una colina o de una montaña. El suelo era de una blancura extraordinaria. En varios sitios había pequeñas fisuras de donde veía salir chorros de vapor. Reconocí el lugar: era una isla con la que ya había soñado, una isla expuesta a un peligro inmenso por un volcán. Ante estos chorros de vapor que surgían del suelo, exclamé espantado: “¡Pero es mi isla! ¡Va a estallar, Dios mío!” Recordaba la historia del monte Krakatoa en que el mar, penetrando por una grieta submarina hasta el corazón del volcán, se transformó después en vapor e hizo volar toda la montaña en mil pedazos. De inmediato se apodera de mí el deseo de salvar los 4 000 habitantes (¡conocía el número!) que nada sospechaban. Había una sola manera de lograrlo: evacuarlos por mar. Y fue una espantosa pesadilla, durante la cual me veía en una isla vecina, esforzándome por hacer requisar a las incrédulas autoridades francesas todas las embarcaciones llegadas a fin de recoger a los habitantes de la amenazada isla. Yendo de uno a otro funcionario, tanto anduve que terminé por despertar en el momento en que me veía encaramado al coche del alcalde que, como iba a cenar afuera, me suplicaba que pasase al día siguiente en horas de oficina. En este sueño la cifra de la población amenazada se me presentó con constante obsesión. La repetía continuamente y se la gritaba al alcalde en el momento de despertar: “¡Cuatro mil seres morirán si usted no me escucha!”

Interpretación (¿?): No puedo decir cuándo llegó la primera remesa de diarios. De todos modos, uno de ellos fue el Daily Telegraph, y cuando lo abrí, leí lo siguiente:

Un gran desastre en Martinica.

San Pedro tragada por una erupción volcánica.

Una avalancha de fuego causa más de 40 000 víctimas.

Un buque inglés es presa de las llamas.

San Pedro, capital comercial de la isla francesa de Martinica (Indias Occidentales), ciudad reputada de prosperidad, acababa de desaparecer en uno de los mayores desastres de la historia del mundo; el jueves por la mañana, a las 8 hs. el Monte Pelé, volcán dormido desde hace un siglo, etc.

         Es inútil recordar aquí todos los detalles de aquel cataclismo. En otra columna, vi el titulo siguiente, en caracteres menos desmesurados:

Una montaña explota

 Y el relato del comandante de la goleta Ocean Traveller que, obligado a abandonar San Vicente por la lluvia de arena que brotaba del volcán, había tenido que luchar contra corrientes encontradas con las que se enfrentó a la altura de San Pedro, corrientes que le impidieron alcanzar la isla Santa Lucía. En el artículo encontré esta frase:

“El monte Pelé explotó mientras navegábamos a una milla aproximadamente de la costa.”

El narrador recordaba luego el espectáculo de esa montaña, mientras se quebraba, por así decirlo, de la base a la cima. Se sobreentiende que la evacuación de los sobrevivientes a las islas vecinas duró cierto tiempo. Se impone una observación.

El número de víctimas se calculaba, de acuerdo con los comunicados, no en 4 000 como lo sostuve en mi sueño, sino en 40 000. Me había “corrido” en un cero. Pero al leer apresuradamente el diario, había visto 4 000, y cada vez que relate esta historia siempre recordé 4 000. Sólo quince años después al volver a copiar el artículo del diario, me di cuenta de que decía 40 000.

Comentario: Aparte de que fue ingeniero aeronáutico, dejó un legado filosófico, y más en el campo de los sueños. Siempre creyó haber tenido sueños premonitorios, como en este caso, llevándolo a indagar más e investigar científicamente. Llegó a la conclusión de que el tiempo no es lineal y que el pasado, presente y futuro son simultáneos y los vemos secuencialmente por nuestra percepción. Mientras soñamos, la mente no percibe al tiempo como algo lineal, y por eso es capaz de percibir actos o acontecimientos del “pasado” o del “futuro” con facilidad y representarlos en los sueños.  Grandes figuras se sintieron atraídas por estas ideas, como Aldous Huxley o J. B. Priestley. La mayor parte de su obra está en inglés. Sólo un par en castellano.

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Sueños de Maurice Maeterlinck

Publicado por Jorge Paz Pérez

Soñante: Maurice Maeterlinck

Fuente: “El cultivo de los sueños”, en La Vie et l’Espace, París, 1928, págs. 166-170. O de Becker, Raymond, Las maquinaciones de la noche – Los sueños en la historia y la historia de los sueños, [trad. de J. C. Sorrentino], Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1966, págs. 343-344.

Fecha: 1928

Sueños:

1. Soñé con una botella de agua oxigenada que estaba sobre una mesita de tres patas, en un rincón del cuarto del baño. Una de las patas se apoyaba sobre una alfombra de color beige, las otras dos sobre el mosaico provenzal. Al pasar, con un falso movimiento de rodilla enganché la mesita, la botella se volcó, corrió y cayó sobre el mosaico donde se rompió. El agua oxigenada se expandió sobre la alfombra y comenzó a humear como si se hubiera prendido de fuego. Inmovilizado, asustado, miraba cómo se destruía mi alfombra sin intentar nada para salvarla. Al despertar anoté el sueño con tres palabras, sin darle la menor importancia, comprobando por otra parte que no había ninguna botella encima de la mesita y que una de sus patas se apoyaba sobre una alfombra que no era beige sino rojo vino.

         Tres días después, había olvidado completamente mi sueño; compré un medio litro de ácido sulfúrico que necesitaba para los acumuladores y lo puse sobre la mesita la cual, algunas horas después, hice tambalear al pasar. El medio litro rodó, cayó y la botella se rompió. La alfombra estaba un tanto húmeda y se puso a humear profusamente, y fue en este instante cuando recordé bruscamente el sueño producido tres días antes. Pueden observarse dos errores de detalles: el tapiz beige era el del dormitorio contiguo y que por transposición reemplaza la alfombra roja, y el medio litro de ácido sulfúrico sustituido por el agua oxigenada. Este último error es bastante curioso, ya que el agua oxigenada extendida sobre la alfombra no hubiese provocado humo ni vapor. Es la realidad química que, en el sueño, predomina sobre la ilusión del sueño.

 2. Otra noche soñé que una parte de la pared de mi jardín de Niza se desploma, y que sus escombros obstruyen la cancha de un juego de bochas que se encuentra a mis pies. Cinco días más tarde un torbellino local, de los que suelen presentarse en la región, derriba otra parte de la pared, perpendicular a la que había caído en mi sueño y los escombros obstruyen el camino que conduce a la reja. Reconozco que en esto puede haber sólo una coincidencia y que el hecho no prueba gran cosa.

 3. Finalmente, una última noche, soñé que estando en Bélgica y pensando llegar a Gantes por un atajo, llegó a una ciudad desconocida. Un hombre joven que está en la puerta de una iglesia me dice gentilmente que estoy en Brujas. Quiero entrar en la iglesia, pero, no sé por qué, me prohíbe severamente que entre. Conversamos y me informa de que es hijo de uno de mis amigos de infancia. Desde hace veinte años he visto pocas veces a este amigo y jamás había visto a su hijo. Luego sale de la iglesia una especie de ómnibus al que sube el joven. El ómnibus arranca locamente, gira con brusquedad en ángulo recto y vuelca. La mayoría de los viajeros están heridos y entre ellos veo al hijo de mi amigo. Y todo se evapora en circunstancias incoherentes y heteróclitas.

         Aproximadamente un mes más tarde encuentro a mi amigo. Después de algunas palabras, me dice que su hijo, a quien conocí siendo muy pequeño, fue víctima, unas tres semanas atrás, de un accidente de auto; el coche que conducía volcó en un viaje. Además de una herida en la cabeza y de grandes contusiones, se rompió el radio y el cúbito del brazo derecho. No está aun completamente restablecido, pero mejorará sin que le queden rastros. En el momento no relaciono de manera alguna el accidente con el sueño que había olvidado completamente. Al regresar a casa una veleidad de recuerdos pasa por mi mente. Abro mi libreta de notas y, tras escribir a mi amigo, me entero de que el accidente se había producido dos días después de mi sueño.

Comentario: Apuesto a que Maurice no ha sido el único que ha lidiado con esta clase de sueños. Por lo menos a mí, muy pocas veces los sueños dejan de ser sueños para volverse una realidad. Y pasa lo mismo. Soñamos, se nos olvida el sueño y días después, te encuentras ante tal situación que te hace reflexionar dónde hemos “visto” o “vivido” esto, hasta que la memoria te lleva a recordar el sueño olvidado.

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Sueño de Cardano

Publicado por Jorge Paz Pérez

Soñante: Gerolamo Cardano

Fuente: Mancia, Mauro, Historia del sueño, [trad. de Ana García de Paredes], Madrid, Editorial Biblioteca Nueva, 1999, p. 82

Fecha: 1534.

Sueño: …me vi en sueños corriendo hasta los pies de una montaña, que quedaba a mi derecha, en compañía de una inmensa muchedumbre de gente de toda condición, sexo y edad: mujeres y hombres, viejos, mozos, niños, pobres y ricos, todos vestidos de diverso modo. Pregunté adónde corríamos. Me contestó uno: “A la muerte”.

Contexto: Durante el Renacimiento resalta la figura de Cardano. Filósofo, matemático, medico, mago, nigromante. Parece que es un puente entre dos culturas: entender hasta que punto logró separarse de los onirománticos pasados y ahora darle un nuevo camino a la oniromancia más “laica” y científica. Siempre interesado por desarrollar sus capacidades de adivinación y como adivino, llegando inclusive al terreno de los sueños.

Interpretación: para Cardano, los montes indican hombres potentes, negocios difíciles, pero también una vida infeliz, aunque tranquila.

Comentario: Sólo como nota, algo extra, quiero recordar que Cardano fue procesado en sus últimos años por herejía, pasando unos meses en prisión y para lograr salir, hizo el trato de nunca más volver a publicar cosas de esa clase. Sus últimos escritos fueron médicos y su autobiografía.

Cardano

Sueño de una mujer que había envenenado a su marido

Publicado por: Ana Cecilia Aguilar Robles

Soñante: Anonimo

Fuente: BRACHFELD. Oliver F, Como interpretar sueños, José Janes Editor, Barcelona 1949, pág. 139.

Sueño: La sala estaba llena de cadáveres, tenia ordenes de lavarlos y vestírlos, pero por descuido, volqué uno de los banquillos. Todos los muertos cayeron en el sueño, al querer levantarlos me horrorice y quería marcharme corriendo y gritar. Pero al correr, no conseguía moverme del puesto y el grito se me heló en la garganta.

Comentario: uno de los motivos de huida en los sueños y aquel sentimiento de culpa que te atrapa y no deja ir, es el caso de esta mujer que dormía y vivía con culpa al envenenar a su esposo. mujer-culpable_abrir

 

Sueño de una muchacha núbil

Publicado por: Ana Cecilia Aguilar Robles

Soñante: Anónimo

Fuente: BRACHFELD. Oliver F, Como interpretar sueños, José Janes Editor, Barcelona 1949, pág. 70.

Contexto: He aquí un sueño de una muchacha de edad núbil, pero aun no cortejada por ningún pretendiente formal. La galantea un joven, pero sin intenciones de casarse con ella, mas bien parece tener otros propósitos.

Sueño: Encontrábame en mi sueño en una región montañosa que parecía el reino de la muerte. Subía por un angosto sendero, muy abrupto; para no caer tenia que agarrarme con ambas manos a las rocas, duras y frías; me asaltaban sensaciones de vértigo y un tremendo miedo de caer.Poco después al agarrarme con toda mi fuerza a una de las rocas para afianzarme, el sendero desapareció bajo mis pies; el suelo se abrió y me sentí precipitada en un insondable abismo. Lance un grito de terror y me desperte. Mi grito desperto tambien a mi madre, que dormia a mi lado y me dijo <<Debes haber soñado algo malo hija mia porque te he oido gritar>>

Comentario: este sueño hago una analogía entre la caída en el sueño y la caída moral que podría dar la muchacha al aceptar las intenciones carnales de aquel joven que la pretendía, advirtiendo en el sueño tal consecuencia.

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El sueño de los ojos que salen de las órbitas

Publicado por: Mariana Contreras

Soñante: Anónimo

Fuente: BRACHFELD Oliver. F, «Cómo interpretar sueños», José Janes Editor, Barcelona, 1949.

Contexto: Una mujer, paciente de un intérprete de sueños, narra un sueño que tuvo a los 13 años de edad.

(El lugar llamado Montjuich que menciona la soñante es una montaña que se encuentra en Barcelona).

Sueño:

«En mi sueño, me vi pasar por delante del tiovivo, aventurando aquellas miradas furtivas hacia mi <<amado>>. De repente observé que mis ojos salían de sus órbitas y se alejaban rápidamente en dirección contraria, hacia Montjuich. No los perdía completamente, sino que permanecían unidos aun a sus órbitas mediante algo que hoy llamaría cordón umbilical, y tampoco perdía la vista. Aterrada por perder mis ojos, corría desesperadamente detrás de ellos para recuperarlos…»

«De repente me encontré en Montjuich. Por una especie de carretera vi pasar como una ráfaga, un grupo de leones que corrían como locos; detrás de ellos con la misma rapidez, empuñando grandes lanzas y montados sobre caballos enormes, dos hombres desnudos de proporciones descomunales, les daban caza. Apenas tuve tiempo para esconderme detrás de unos arbustos y correr a campo traviesa viéndome perseguida, aunque no sabría decir porqué o por quién.

Por último me encontré en el Rastro, curioseando los objetos expuestos a la venta para ver si encontraba alguna cosa interesante.»

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El sueño de la muerte

Publicado por: Mariana Contreras

Soñante: Harun al Rashid

Fuente:  BRACHFELD Oliver. F, «Cómo interpretar sueños», José Janes Editor, Barcelona, 1949.

De Abbe de Marigny, Histoire des Arabes sous le gouvernement des califes; Paris, 1750).

 

Sueño:

[Harun al Rashid] vio en sueños encima de su cabeza un brazo extendido con un puñado de tierra rojiza. Al mismo tiempo percibió con toda claridad una voz que dijo: «Esta es la tierra en que Harun será sepultado». Inmediatamente después oyó otra voz que preguntó: «¿Cómo se llama el lugar de la sepultura?» Y la primera voz contestó: «En Tus». Se asustó al oír eso y despertó.

Contexto: ¡Cómo se asustó al preguntar por el nombre del lugar y enterarse de que se llamaba Tus! Recordó inmediatamente su sueño, se volvió hacia su médico y le dijo, hondamente emocionado: «Sin duda alguna recordarás el sueño que tuve en Rakka? He aquí que estoy en Tus en donde tendré que ser enterrado».

Ordenó entonces que le llevaran un puñado de tierra de las afueras de la ciudad, lo que se hizo. Cuando Harun percibió al que lo traía, con el brazo arremangado y con la mano en la tierra rojiza, exclamó: <<¡Ah, éste es el brazo y ésta es la tierra que había visto en el sueño!»

A los pocos días murió y fue sepultado en Tus.

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