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Publicado por: Diana López Rodríguez
Soñante: Luciano de Samosata
Fuente: Luciano, Obras III traducción y notas por José Luis Navarro, Biblioteca Clásica Gredos.
Contexto: La familia de Luciano era de posición social modesta, por ello, cuando él abandonó sus estudios siendo muy joven, su padre tenía la necesidad de enseñarle un oficio que contribuyera con los gastos familiares y con el cual pudiera vivir en el futuro. La enseñanza de dicho oficio no debía exceder los ingresos económicos de la familia, por tal razón, el padre de Luciano eligió el oficio de escultor ya que el hermano de su esposa, ejercía dicha actividad puesto que el negocio era herencia familiar.
En el primer día de aprendizaje, el tío de Luciano le ordenó que golpeara una plancha de metal, con el lema de que «si se empieza bien, ya está hecha la mitad». Luciano al desconocer el oficio, dio el primer golpe con mucha fuerza e inexperiencia: la plancha se rompió. Al ver lo sucedido el tío se enojó de tal manera que comenzó a golpear al joven Luciano, éste escapó y, llegando a su casa, le informó a su madre sobre lo sucedido, añadiendo a la anécdota que su tío le había golpeado por envidia porque temía que su sobrino fuera mejor que él. Entre el llanto y el recuerdo de los golpes, Luciano se quedó dormido, tuvo un sueño:
«Dos mujeres, cogiéndome de las manos, intentaban arrastrarme cada una a su lado con fuerza y con violencia; por poco no me despedazaron en su rivalidad. Tan pronto me dominaba la una y estaba ya a punto de tenerme, como me tenía la otra. Se lanzaban gritos entre sí; la una que, como le pertenecía, quería tenerme ya comprado para siempre; la otra que en modo alguno pasaría yo a manos de otras. Una de ellas era emprendedora, varonil y con el pelo sucio. con las manos llenas de callos y el vestido ceñido, toda cubierta de yeso, como mi tío cuando esculpías las piedras. La otra tenía mucho mejor aspecto; su porte era decoroso, y su vestido bien arreglado.
Ya, por fin, me permiten emitir un juicio sobre cuál de las dos quería yo que me acompañara. La primera en hablar fue la mujer tosca y varonil de las que os hablé antes:
«Yo, querido niño, soy el arte de la Escultura, que empezaste aprender ayer y que te es familiar y con el que estás ‘emparentado’ por parte de tu madre. Tu abuelo -e iba diciendo el nombre del abuelo materno- era cincelador, al igual que tus dos tíos, que gracias a í han llegado a ser famosos. Y si quieres mantenerte al margen de las tonterías y palabrerías de ésa —y señalaba a la otra mujer—, tendrás que seguirme y vivir conmigo; al principio te trataremos muy bien y tendrás unos hombros resistentes y serás ajeno a toda clase de envidia. No te vayas nunca a otra tierra abandonando tu patria y a los tuyos, y todos te alabarán, y no por discursos. Que no te aflija lo vulgar de mi cuerpo, ni lo desaliñado de mi vestido. Partiendo de tales circunstancias, el famosos Fidias dio a ver a Zeus, y Policleto modeló a Hera, y Mirón fue objeto de alabanzas y Praxíteles objetó igualmente de admiración. Después de los dioses, ésos son los hombres que reciben veneración. Y si llegaras a ser uno de ellos, ¿cómo no ibas a llegar a ser famosos entre todos los hombres y a hacer de tu padre blanco de envidias, y a convertir tu patria en un lugar admirado en el mundo entero?»
Esas y otras muchas palabras me dijo, trastabillándose y con acento rústico la escultora, enganchando a toda prisa una frase con otra, e intentando convencerme, pero ya no me acuerdo; la mayor parte se me ha ido de la memoria. Una vez que la primera mujer dejó de hablar, la segunda va y empieza a sí:
«Yo soy, hijo mío, la Educación con quien ya has tenido a trato y a quien ya conoces, aunque no hayas tenido de mí una experiencia total. Ya te ha explicado esa mujer cuáles son las ventajas que te reportará el llegar a ser escultor. No serás más que un simple trabajador, que se esforzará con su cuerpo y depositará en él toda la esperanza de la vida; serás un perfecto desconocido; ganarás un sueldo pequeño e indigno, con una reputación muy humilde, sin visos de medrar, sin que vayan a buscarte los amigos, sin que te teman los enemigos, sin que te envidien los ciudadanos; serás pura y simplemente éso, un obrero, uno más de entre todo el pueblo, siempre sumiso ante quien sea tu superior, siempre cortejando a quien puede hablar, llevando la vida de una liebre, siendo una especie de objeto del poderoso. Y aunque llegaras a ser un Fidas o un Policleto y realizaras unas obras maravillosas, todos alabarían tu arte, pero ni uno solo de quienes las vieran, si tuvieran dos dedos de frente, pediría a los dioses ser como tú; fueras lo que fueras, serías considerado un obrero y un artesano que se gana la vida con las manos. Si me hicieras caso a mí, en primer lugar te enseñaría muchas obras de los hombres de antaño, te contaré sus maravillosas acciones y sus palabras y te pondré en contacto, por así decir, con toda clase de saberes; y tu espíritu, precisamente lo que es más importante para ti , te lo adornaré los más numerosos y más excelentes adornos; con sensatez, justicia, piedad,bondad, moderación, inteligencia, constancias, amor por lo bello y pasión por lo más sublime; todo eso es el auténtico puro ornato del alma. No te pasará desapercibido ni lo pasado ni lo que tenga que pasar ahora, sino que incluso podrás prever el futuro en mi compañía, pues, en una palabra, te enseñaré en no mucho tiempo todo cuanto existe, tanto si es divino como si es humano. Tú que ahora eres pobre, un don nadie, un hombre que está dando vueltas a su cabeza por un oficio tan innoble, dentro de un poco tiempo serás emulado y envidiado, honrado y elogiado, tenido en gran consideración por tus cualidades, blanco de las miradas de hombres que te aventajan en linaje y riquezas, con un vestido como éste —y se señalaba a sí misma; por cierto, que llevaba un vestido precioso—, merecedor de un cargo político y de algún tipo de distinción. Y aunque salgas fuera, no serás desconocido o ignorado en tierra extraña. Te daré tales señas de identidad que cada uno de los que te vea, espabilando al vecino, te señale con el dedo diciendo: ‘¡Ahí está ése!’ Y si algo digno de preocupación sorprendiera a los amigos o a la ciudad entera, todos pondrían a l punto sus ojos en ti. Y cuando por alguna casualidad sueltes un discurso, la la mayorías te escuchará con la boca abierta, asombrándose y felicitándote a ti por la fuerza de tus argumentos y a tu padre por su buena suerte. Dicen que algunos de los hombres llegan a ser inmortales; voy a procurar esto contigo. Pues aunque te alejes de la vida, nunca dejarás de estar en contacto con los hombres con cultura y en compañía de los mejores. Fíjate, por ejemplo, en el famoso Demóstenes, de quién era hijo y cómo lo transformé yo. Ya ves Esquines, que era hijo de una panderetera, y sin embargo y merced a mí, Filipo lo colmó de toda clase de atenciones. El mismísimo Sócrates fue educado también por la Escultura, pero, en cuanto tuvo conocimiento de lo mejor, se escapó de ella y vino a mi vera; ya estás oyendo los cantos que todos entonan. Dejando marchar a unos hombres de esta categoría, dejando a un lado sus acciones brillantes y sus palabras respetables, su porte digno, el honor, la fama, el elogio, la distinción, el poder y el mando, el ser afamado por la elocuencia y felicitado por la inteligencia, te pondrás una túnica raída, recobrarás un aspecto propio de un esclavo y con palanquetas, cinceles, martillos y escoplos en las manos tendrás siempre la cabeza agachada al trabajo; serás un hombre que anda por el suelo, que busca el suelo, bajo en todos los sentidos, que nunca levanta la cabeza, que nunca alberga pensamientos propios de un hombre libre. Y por mucho que te preocupes de que tus obras resulten armoniosas y bonitas, aunque tú mismo seas armonioso y vistoso, como si no te hubieras preocupado en absoluto, te harás a ti mismo valer menos que las piedras.»
Y cuando estaba ella todavía con la palabra en la boca, yo sin esperar a que terminara su discurso, levantándome dejé ver cuál era mi decisión, y plantado a a aquella mujer fea y obrera, cambié y me dirigí loco de alegría al arrimo de la Educación, máxime después que me vino a la mente la vara y, sobre todo, el hecho de que, nada más empezar a trabajar, ayer mismo, mi tío me moliera a palos. Cuando ella se vino abandonada, se enfadó, al tiempo que apretaba los puños y rechinaba los dientes. Por último, como oímos contar de Níobe, fu poniéndose rígida hasta quedarse convertida en piedra; y no seáis incrédulos, porque le pasara esa cosa tan extraña; los sueños son capaces de presentar hechos increíbles.
La otra mujer, volviendo sus ojos a mí, dijo: «Te recompensaré por este alarde de justicia que has hecho al tomar esta decisión tan justa; así que, ¿vamos!, sube a este carro —y me señalaba un carro de caballos alados, parecidos a Pegaso—para que veas lo que habrías dejado de conocer, si no hubieras decidido acompañarme.»
Una vez que monté, ella conducía y llevaba las riendas, y yo, al mismo tiempo que me iba elevando a las alturas, iba observando, desde el Este hasta el Oeste, ciudades, naciones y pueblos, como Triptólemo, esparciendo sobre la faz de la tierra una cierta semilla. Y ya no me acuerdo lo que iba sembrando; excepto únicamente que los hombres, al mirar desde abajo, me ovacionaban y que aquellos por entre quienes iba pasando acompañaban mi vuelo con un silencio religioso.
Y tras mostrarme a mí todo eso y mostrárselo yo, por mi parte, a aquellos hombres que me ovacionaban, me llevó al punto de partida, pero entonces ya no llevaba ek mismo vestido que llevaba yo al empezar el vuelo, me parecía que volvía vestido de rica púrpura. Y sorprendiendo a mi padre que estaba allí de pie, esperando, le señaló con el dedo aquel vestido y le hizo ver el aspecto con el que yo volvía y le hizo mención de las deliberaciones, de estrechas miras, que habían tenido respecto a mí.
Es lo que recuerdo haber visto cuando era casi un niño, con bastante sobresalto, debido, a mi entender, al miedo que me produjeron los azotes.»
Comentario: Luciano de Samosata fue un escritor sirio y es considerado uno de los mayores genios satíricos. Los datos bibliográficos que se tienen de él se encuentran en sus escritos, sin embargo, como su estilo retórico es irónico y ficticio, no es posible asegurar que su vida fue tal y como la escribió.
En este escrito, Luciano cuenta cómo decidió seguir el camino de la sabiduría o de los estudios en lugar de seguir la tradición materna de ser escultor. Por la experiencia previa que Luciano tuvo, el sueño es revelador, las dos mujeres que aparecen en el sueño son la Educación y el arte de la Escultura, ambas mujeres tratan de convencerlo para que elija a una de las dos. Luciano ya había tenido la experiencia de ir a la escuela y, un día antes se había iniciado como escultor, sin embargo, al ver en el sueño el futuro que le esperaba si seguía las enseñanzas de su tío, decidió irse con la mujer de indumento bellísimo, pues todo lo que aparecía ante sus ojos revelaba un futuro benéfico para él y también para sus padres.
![Amor sacro y amor profano Tiziano](https://narcosismagica.wordpress.com/wp-content/uploads/2015/11/amor-sacro-y-amor-profano-tiziano.jpg?w=529)
«Amor sacro e amor profano», también llamado «Venus y la doncella». Autor: Tiziano Año: 1515-1516